Grandes películas deportivas

noviembre 13, 2020

 Los más viejos de mi Twitter quizá lo recuerden, pero para los que me hayan conocido aquí, este no es ni mucho menos mi primer blog. Entre 2010-14 me dediqué a escribir sobre deportes

Aquellos fueron años muy intensos, entre los que cabe destacar el triplete de la Selección Española de fútbol, los no menos importantes triunfos de baloncesto, la explosión definitiva de Rafa Nadal, y a un nivel más personal, la quizá mejor época de la historia del Atlético de Madrid. 

Posiblemente hoy apenas salvaría un 10% de lo que escribía (y tampoco ayudó a su difusión un título excesivamente largo que realmente ni siquiera era tan ingenioso como me parecía entonces) pero en cierto modo guardo en el fondo un cariño especial a esa etapa, así que hoy en Joróbate Flanders uniré ambos mundos comentando algunas de mis películas deportivas preferidas. 

No hablaré de la saga Rocky porque eso ya me llevaría por sí solo una serie de varios artículos, sino de otras, quizá menos importantes, pero no por ello menos interesantes de ver.



Space Jam





Una vez más toca montarnos en el Delorean rumbo hacia los alocados años 90. Aunque aquí, lejos de las sesiones noctámbulas actuales de Movistar, apenas nos llegaba lo que nos contaba Ramón Trecet en su programa, la NBA vivía en EEUU un gran auge en torno a la figura de Michael Jordan y su imbatible equipo de los Chicago Bulls, con 6 anillos de Campeón divididos en 2 etapas. No es que no hubiera grandes deportistas en el pasado, pero aquello marcó una nueva era: la del deporte como negocio. La de la venta de merchandising.

Y en medio de ese fenómeno, que vivía paralelamente con el de llevar camisetas de los personajes de Looney Tunes de Warner vestidos como raperos, rockeros y cualquier otra locura imaginable, en un brainstorming de Nike en el que estaban comiendo pollo, a alguien se le ocurrió que podría ser una buena idea mezclar ambos conceptos para anunciar las zapatillas deportivas "Air Jordan". 







La extraña pareja de Michael Jordan y Bugs Bunny creó gran impacto, y en 1996, aprovechando su regreso a la NBA tras su efímera etapa en el béisbol, surgió una idea todavía más disparatada si cabe: rodar una película pseudobiográfica que a la vez fuese la verdadera primera película de los Looney Tunes tras años de refritos de sus cortos con un hilo conductor entre sí. Sí, de ahí vino cierto comentario sobre la película de Rasca y Pica, pero ese es otro tema.






El argumento de esta película resulta, cuanto menos, un tanto extraño. Unos extraterrestres (apodados por el gato Silvestre como "los monstars") son enviados al mundo de estos animales antropomórficos por el malvado dueño de un parque de atracciones, que quiere convertirlos en fenómenos de feria. 

El siempre astuto Bugs decide aceptar únicamente si les ganan a un partido de baloncesto, ya que la baja estatura de estos seres les da una enorme ventaja. Pero los monstars también resultan ser más ingeniosos de lo que parecen, y con una pelota mágica roban el talento de estrellas de la NBA como Charles Barkley o Patrick Ewing entre otros, convirtiéndose en unos terroríficos monstruos gigantes.






Michael Jordan consigue librarse al estar jugando al béisbol en ese momento, y enseña a jugar a los Looney Tunes junto a Lola (personaje creado para esta película) consiguiendo derrotar finalmente a los monstars en el último segundo al darse cuenta que a él también se le aplican las nulas leyes físicas al estar en un mundo animado.

Posiblemente no sea una gran película, y una parte de mi desearía que la "secuela" hubiera sido la que alcanzara su éxito, pero al final siempre que la echan en la tele acabo viéndola como lo que siempre ha sido, un placer culpable de mi infancia. Además, su página web oficial no puede rezumar más nostalgia del internet del pasado.



Adoro este cameo


Rush





En 1976, nadie tenía dudas de quien sería el campeón de Fórmula 1. El austriaco Niki Lauda había arrasado la temporada anterior con Ferrari, y todo apuntaba a un nuevo paseo de la "Scuderia". 

A su principal y posiblemente único rival, Mclaren, se le había ido el legendario Emerson Fittipaldi, que había decidido fundar su propio equipo. El nuevo piloto del equipo británico se convertiría en la gran sorpresa del año, y tras una temporada agónica, se hizo con el título por un solo punto.

Dirigida por Ron Howard, Rush narra la historia de Lauda (Daniel Bruhl) y Thor James Hunt (Chris Hemsworth) desde sus comienzos en las pequeñas categorías hasta el Mundial´76, narrando tanto las vidas personales de ambos como las polémicas en algunas carreras, como la sanción (posteriormente revocada) a Hunt en España, o la no suspensión del GP de Alemania que casi le cuesta la vida a Niki.

Las escenas de las carreras resultan de lo más espectaculares, sobre todo el Gran Premio final en Japón, donde a Hunt le valió con un tercer puesto tras el abandono de un Lauda que logró milagrosamente volver para la recta final de la temporada pese a sus graves heridas.





Aunque al principio la película parece posicionarse ligeramente a favor de Hunt y su carácter extrovertido frente al mucho más serio Lauda, al final uno consigue empatizar con ambos pilotos, llegando a una emotiva escena final que no spoilearé. Destacar también la banda sonora, que mezcla música setentera con temas épicos de Hans Zimmer que en cierto modo evocan a El caballero oscuro.

Ojalá algún día tengamos una película similar sobre, por ejemplo, Ayrton Senna y Alain Prost, o, si sois más aficionados al motociclismo, Jorge Lorenzo y Valentino Rossi.





Borg/McEnroe. La película





Desde que vi Rush, soñaba con una película similar sobre mi deporte preferido, el tenis. 

Lo veía como algo imposible, ya que, aunque ha habido grandes rivalidades en este deporte que llegan hasta nuestros días, no se me ocurría ninguna historia que tuviese una épica comparable (salvando las distancias, claro está) a la de Lauda y Hunt. Y la respuesta era tan obvia que sin embargo no se me había ocurrido.

Con apenas 26 años, el sueco Björn Borg ya era uno de los mejores tenistas de la historia, con 6 victorias en Roland Garros y 5 en Wimbledon, records que durante mucho tiempo fueron inalcanzables. Y sin embargo, de pronto decidió retirarse ahí quedando la duda de hasta donde habría podido llegar.

Fueron 2 finales de Wimbledon (una ganada y otra perdida) lo que más se recuerda hoy en día, las de 1980 y 1981. Ambas contra un rival que, de nuevo, no podía ser más diferente de lo que él representaba.

Mientras Borg (Sverrir Gudnason) jamás perdía la calma ni en los más difíciles momentos, John McEnroe (Shia Lebouf) era todo lo contrario, un volcán a punto de entrar en erupción, siempre permamentemente enfadado y protestando a los árbitros, en un tiempo en que no existía la tecnología de revisión. 

La película nos narra el épico WB de 1980 (la mejor final de la historia junto con las de 2008 y 2019), a la vez que mediante flashbacks se nos muestra que quizá tenían más en común de lo que pudiera parecer. 

Al contrario de la visión "equidistante" de Rush (que era una coproducción entre Inglaterra y Alemania) , Borg/McEnroe es una película sueca, por lo que Björn inevitablemente es quien lleva el peso de la historia. Pero un Lebouf que me dejó gratamente sorprendido sabe robarse cada escena en que aparece, imprimiendo el gran carisma que tenía John pese a todo. Muy recomendable si os gusta el tenis.







Como siempre, podéis recomendar otras películas en los comentarios.

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